“¿Para qué educar? Para recuperar esa armonía fundamental, que no destruye, que no explota, que no abusa, que no pretende dominar el mundo natural, sino que quiere conocerlo en la aceptación y el respeto, para que el bienestar humano se dé en el bienestar de la naturaleza en que se vive”. (Humberto Maturana, 1998)